Declaración de la Agrupación de Lucha Socialista (ALS), sección mexicana de la Corriente Comunista Revolucionaria Internacional (CCRI/RCIT), febrero de 2022.

Las masivas protestas sucedidas en diversas regiones del mundo contra las restricciones sanitarias aplicadas de forma autoritaria por la mayoría de Estados capitalistas son un fenómeno internacional y complejo, del cual se deben discernir diferentes formas de protesta, demandas de lucha y  sectores que se han sumado a las movilizaciones; sin embargo, entre esta heterogeneidad, es posible y necesario encontrar los puntos en común, el significado general y las raíces profundas que conectan orgánicamente este fenómeno con el actual periodo de crisis del sistema capitalista.

Hace ya más de dos años que se ha venido desarrollando una estrategia mundial por parte de la burguesía, a través sus instituciones nacionales e internacionales, para afrontar la emergencia sanitaria provocada por la pandemia del Sars-Cov-2. Desde su inicio, dicha estrategia ha respondido sobre todo y de manera fundamental a las necesidades de la clase capitalista por salvaguardar sus intereses tanto económicos como políticos, sin que sea su prioridad el bienestar de la clase proletaria.

Si en los primeros momentos hubo cierta falta de unidad entre la burguesía para afrontar la crisis a nivel internacional [1], una vez superada la inicial confusión, el eje fundamental de la estrategia se centró primordialmente en la política de confinamiento masivo de la población -impuesto en varios países de manera coercitiva y violenta a través de multas, encarcelamientos [2], represión y hasta asesinato de personas que violaron la cuarentena [3]-, siendo posteriormente complementada con la competencia desenfrenada por el desarrollo e implementación de una campaña mundial de vacunación generalizada y compulsiva que asumió un carácter obligatorio y discriminatorio al comenzarse a requerir un certificado sanitario para laborar, asistir a la escuela, pagar impuestos, tránsito internacional e, incluso, salir de casa [4].

Todas estas medidas vinieron acompañadas de una serie de acciones restrictivas, arbitrarias y violatorias de los derechos y libertades democráticas de los sectores más empobrecidos y oprimidos del pueblo trabajador, justificadas supuestamente bajo el pretexto de salvaguardar la salud de la población pero que, en realidad, constituyeron un instrumento de control social al imponer por vía de los hechos la desmovilización y segregación de la clase trabajadora, lo que facilitó a los Estados capitalistas descargar sobre los hombros de las masas explotadas, los efectos de la crisis económica mundial en curso, cuya envergadura la convierte en la más grande y profunda en la historia del Capitalismo.

Uno de los resultados más significativos ha sido la insultante elevación de las ganancias de las ya de por sí archimillonarias empresas monopólicas transnacionales [5], sobre todo, de aquellos sectores vinculados a la Big Finance (inversionistas orientados a la especulación en las bolsas bursátiles), la Big Pharma (laboratorios dedicados a la creación y aplicación de vacunas, así como a la comercialización de implementos sanitarios y pruebas relacionadas a la atención -que no erradicación- de la Covid-19), la Big Media (plataformas tecnológicas y redes de comunicación masiva que se han enriquecido a raíz de las necesidades de trabajo, educación y entretenimiento a distancia provocadas por el encierro generalizado), la Big Data (proliferación de agencias de control de datos personales que han ganado millones lucrando con la privacidad de la gente) y el Big Brother (implementos de seguridad y vigilancia que están usando la tecnología creada para gestionar la pandemia con fines de persecución de la población a la que se dice proteger).

Un corolario de este último punto ha sido la acentuación, en mayor o menor medida y bajo diversas formas, de los rasgos bonapartistas de los Estados capitalistas a través de medidas de excepción pero que cada vez se han ido transformando en componentes cotidianos de la “nueva normalidad” impuesta por el orden capitalista: toques de queda, tecnologías de vigilancia, restricciones a la movilidad, regímenes de apartheid mediante pases sanitarios, así como la represión y la censura a las voces disidentes que han cuestionado las medidas autoritarias implementadas por los gobiernos y que han sido aplaudidas por los medios de comunicación hegemónicos.

La contracara de esta situación, es una creciente polarización social y descontento entre amplios sectores sociales que cuestionan cada vez más las motivaciones económicas y políticas que existen detrás de las campañas relativas a la pandemia, llenas de alarmismo y miedo más que de pruebas científicas y análisis críticos sobre la efectividad y necesidad de diversas medidas instrumentadas por los Estados, generando profundas suspicacias y desconfianza [6] entre la población tras ya dos años de haber hecho su experiencia con la nefasta estrategia de los gobiernos de sus respectivos países, que han aplicado fielmente las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS, institución financiada por millonarias corporaciones multinacionales [7]), orientadas esencialmente a promover los intereses financieros de las grandes empresas farmacéuticas así como como a responder a las necesidades de control social y político de los distintos Estados capitalistas. 

Así, el gran saldo de esta pandemia y de la estrategia criminal de la burguesía para afrontarla (es decir, gestionarla a conveniencia de sus intereses), ha sido la cifra de más de 5 millones de muertes registradas y afectaciones de largo alcance a la salud de la población a nivel mundial; pero, más en general, la clase trabajadora de todos los países ha sufrido una pérdida histórica, medible en décadas, de conquistas y derechos sociales, económicos y políticos por medio de despidos masivos, recortes salariales, precarización laboral, desmantelamiento de la seguridad social, conculcación de libertades civiles, despojo de bienes y servicios básicos, que han generado índices de desigualdad, pobreza y exclusión que no se habían visto en mucho tiempo [8].

En ese escenario, ¿cómo es posible pensar que no existen razones más que sobradas, para la clase obrera y los sectores explotados y oprimidos de la mayoría de los países, para salir a las calles a protestar contra la forma criminal como los capitalistas y los gobiernos burgueses están gestionando la actual crisis económica y sanitaria?

Entonces, la raíz de estas protestas se inscribe en la acentuada descomposición del sistema capitalista a escala global como producto de su crisis histórica general (económica, social, sanitaria, política, etc.), siendo la pandemia por Sars-cov-2 una de las manifestaciones más visibles del estado de declive y decadencia en que se encuentra la sociedad capitalista como civilización. La desconfianza y descontento con las restricciones sanitarias autoritarias son una de las principales formas en que se está expresando el descrédito y el repudio contra los gobiernos y, más en general, contra el sistema capitalista. La incapacidad, negligencia y el autoritarismo con que han actuado la mayoría de gobiernos para atender la emergencia sanitaria, han llevado a una creciente degradación de los regímenes democrático-burgueses, atrayendo elevados costos políticos a los gobiernos y una progresiva deslegitimación de las instituciones políticas [9]. 

Conforme a ello, la protestas expresan el descontento popular tanto con la desmejora de las condiciones de vida de la mayoría de la población como, asimismo, la degradación progresiva de la democracia burguesa y su transición hacia rasgos crecientemente bonapartistas, cimentados en la coartación de libertades, sistemas más sofisticados de vigilancia, el robustecimiento de los aparatos represivos del Estado y, entre otros elementos, el establecimiento de facto de un régimen de apartheid sanitario [10] (el cual, dicho sea de paso, no tiene la más mínima justificación médica ni científica -pues la gente inoculada contagia el virus de igual manera que la no vacunada [11]-, sino que esconde meros intereses de reactivación económica y control político por parte de los Estados capitalistas).

Por esa razón, no es gratuito que, aunado con la denuncia y rechazo a las restricciones sanitarias autoritarias -que aparecen a ojos de la población como el aspecto más visible y molesto de la gestión gubernamental de la crisis-, en las manifestaciones se combinen reivindicaciones democráticas en defensa de libertades civiles con demandas sociales básicas en materia laboral, educativa, de salud, vivienda, etc., así como la oposición política hacia los gobiernos que, aprovechando el desconcierto provocado por la pandemia, están implementando diversas medidas antipopulares, incluyendo las restricciones sanitarias autoritarias que, en muchos casos, han sido solamente el catalizador o la bandera unitaria que ha servido para impulsar las protestas pero cuyo trasfondo lo constituyen las consecuencias estructurales que ha traído consigo la crisis capitalista.

Tampoco es casualidad, por ende, que los procesos de movilización hayan emergido, con mayor o menor intensidad, en todos los continentes (siendo sus expresiones más fuertes en Europa y América), y que se hayan sostenido en el tiempo durante ya casi un año pues, contrario a como pretenden explicarlos los medios oficiales, no son movimientos artificiales creados por grupos de interés con una agenda conservadora (“antivacunas”, “fascistas”, etc.) sino que responden a problemáticas reales y a demandas legítimas de amplios segmentos de la población que han venido sufriendo los embates reaccionarios de la burguesía durante todo este período.

Si, por un lado, los medios hegemónicos han centrado la atención en EUA, u otros países, donde grupos antivacunas, religiosos y ultrarreaccionarios efectivamente tienen un peso fuerte en las movilizaciones, o en casos de violencia orquestada por grupos fascistas infiltrados en las protestas; sin embargo, el mundo entero ha sido testigo de luchas como las encabezadas en Francia por los “chalecos amarillos” que se opusieron al pase sanitario impuesto por Macron; las dirigidas por los estibadores portuarios y otros sindicatos en Italia contra las restricciones sanitarias establecidas por el gobierno de Draghi; las manifestaciones protagonizadas por miles de médicos y trabajadores de la salud en Reino Unido contra la vacunación obligatoria; las fuertes protestas populares que obligaron al gobierno del MAS en Bolivia a suspender la vacunación obligatoria.

Estos procesos, que resultan algunos de los más importantes, se aúnan a las incontables movilizaciones que han tenido lugar en los últimos meses, donde cientos de miles han salido a las calles en toda Europa (Francia, Italia, España, etc.), América (Canadá, Bolivia, Argentina, etc.), Asia (Líbano, etc.), África (Nigeria, etc.) y Oceanía (Australia, etc.); protagonizadas por diversos sectores sociales, desde sindicatos y trabajadores de diversas ramas (incluyendo del sector salud), pasando por masas de los barrios populares y obreros hasta jóvenes estudiantes, artistas e intelectuales y profesionistas de clases medias; adquiriendo la lucha diversas formas como manifestaciones simultáneas en decenas de ciudades, asambleas y concentraciones masivas en plazas públicas, bloqueos de avenidas y carreteras, festivales artísticos y eventos político-culturales hasta cercos multitudinarios a los parlamentos u otros edificios neurálgicos de sus respectivos países, llegando a la confrontación directa con las fuerzas policiales, quema de autos e instalación de barricadas en las calles.

Movilizaciones tan masivas, diversas, perdurables y simultáneas en diversas latitudes es imposible que sean creaciones artificiales y, mucho menos, reducibles al mero tema de las vacunas. Al respecto, es sintomático que estas protestas adquirieron fuerza no cuando iniciaron las campañas de vacunación sino, una vez que se avanzó desde la inoculación selectiva para grupos poblacionales de riesgo hacia la vacunación generalizada y, sobre todo, cuando se comenzó a plantear su obligatoriedad así como a establecerse las primeras restricciones segregativas [12] (de movilidad, laborales, atención médica, recreación, etc.) para la población que no necesitaba o no podía vacunarse e, igualmente, cuando empezaron a salir a la luz pública los primeros datos sobre reacciones adversas [13] y posibles efectos a largo plazo provocados por vacunas que la OMS y gobiernos validaron de emergencia -sin haber concluido las necesarias fases de prueba-, siendo censurada dicha información, lo que alimentó tanto la suspicacia de diversos sectores del medio científico y médico así como la desconfianza de la gente.

Lo anterior es un importante elemento para discernir que las protestas no son simplemente “manifestaciones antivacunas”, como las han pretendido encasillar los medios oficiales (e incluso sectores de la izquierda) sino que su significado objetivo y carácter fundamental es que son movilizaciones democráticas en defensa de las libertades civiles y políticas, opuestas a las medidas bonapartistas gubernamentales pero que, a su vez, confluyen con demandas locales de cada país vinculadas a problemáticas sociales y políticas de diversa índole que se han exacerbado a causa de la crisis económica y sanitaria [14].

Este contexto de acentuación de la crisis económica, agudización de los antagonismos sociales y exacerbación de las contradicciones políticas, a lo que se aúna tanto la confusión y claudicación de la mayoría de las fuerzas de izquierda como el clima ideológico de chovinismo, histeria y divisionismo promovido por las campañas mediáticas y gubernamentales relativas a la pandemia, es el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de fenómenos reaccionarios y el ascenso de fuerzas derechistas que, pretendiendo supuestamente oponerse al creciente autoritarismo de los gobiernos, buscan montarse en la justa indignación de crecientes sectores de la población que están cada vez más cansados y molestos con los mecanismos orquestados por la burguesía para gestionar la crisis sistémica del capitalismo, en general, y la emergencia sanitaria, en particular.

Este posicionamiento artificial de los grupos ultraderechistas en las movilizaciones no es producto de su fuerza intrínseca sino de su apuntalamiento coyuntural por haber sabido colocarse y cabalgar sobre el hartazgo de grandes sectores de la población contra el creciente bonapartismo estatal que usa como chivo expiatorio la emergencia sanitaria. Sin embargo, ello es permitido debido al vacío político e ideológico dejado por la izquierda que, en su confusión ante la actual situación mundial y, particularmente, su adaptación respecto a la estrategia capitalista para gestionar la pandemia, ha claudicado ya sea por silencio y omisión o por aceptar, velada o abiertamente, las restricciones sanitarias autoritarias y oponerse a las movilizaciones, tildándolas en bloque como “antivacunas”, “reaccionarias” y hasta “fascistas”.

La mayoría de la izquierda descalifica en bloque las protestas contra el bonapartismo sanitario sin querer ver ni analizar la heterogeneidad y complejidad de cada proceso tanto en su composición como en su dinámica interna; pero, sobre todo, sin tomar conciencia de su sentido esencial y objetivamente progresista en medio del clima de confusión reinante en las masas tras el inicio de la pandemia y de la desmovilización generalizada que pretendió imponer la burguesía a nivel internacional para frenar las tendencias revolucionarias en la lucha de clases que habían emergido en todos los continentes desde antes de la pandemia (tendencias cuya continuación está expresándose, bajo formas permeadas por el contexto y los efectos de la pandemia, en las actuales protestas anti-autoritarias contra el bonapartismo sanitario)

En ese sentido, cuando a pesar de las restricciones y desafiando incluso la represión gubernamental, los pueblos han salido a las calles de manera masiva a manifestarse, por ejemplo, en procesos revolucionarios como en las recientes rebeliones populares de Kazajistán o la sublevación anticolonial en las islas francesas de Guadalupe y Martinica, las masas sumaron a sus demandas inmediatas la cancelación de las restricciones sanitarias autoritarias (confinamientos, toques de queda, pase sanitario, vacunación obligatoria, etc.), a causa de que han podido comprobar y adquirir conciencia del carácter político de dichas medidas, las cuales representan un gran obstáculo para organizarse y resistir la ofensiva reaccionaria de la burguesía.

Entonces, derivado del análisis que esbozamos más arriba sobre las actuales protestas que se extienden a nivel internacional en contra de las restricciones sanitarias autoritarias, desde la Agrupación de Lucha Socialista, sección mexicana de la Corriente Comunista Revolucionaria Internacional (CCRI/RCIT) [15], planteamos algunas conclusiones:

  1. En cuanto al carácter de las protestas en contra de las restricciones sanitarias autoritarias y la actitud que los revolucionarios debemos tener antes ellas, es necesario discernir que el sentido esencial de las movilizaciones es democrático: en pro de derechos civiles y libertades políticas combinado con reivindicaciones básicas de carácter social y oposición política a las medidas antipopulares de los respectivos gobiernos, constituyendo la raíz de estos procesos los efectos estructurales generados por la actual crisis del Capitalismo y siendo estas manifestaciones expresión del descontento y desconfianza hacia el sistema, por lo que las organizaciones revolucionarias debemos apoyarlas si bien combatiendo implacablemente hasta expulsar a los grupos derechistas y conservadores que buscan montarse en dichas protestas, buscando con nuestro esfuerzo orientarlas políticamente en un sentido revolucionario.
  2. A pesar de que mediáticamente grupos derechistas y antivacunas han sido señalados como los organizadores y líderes de las protestas contra las restricciones sanitarias (y, en efecto, han participado en ellas), la realidad es que, en la mayoría de casos, constituyen una fuerza minoritaria a nivel numérico y político, que oportunistamente buscan aprovechar los reflectores mediáticos para colocar sus intereses y agendas particulares, montándose en el legítimo descontento de diversos sectores sociales que, por experiencia propia, se han dado cuenta de la ineficacia de las medidas autoritarias aplicadas por los gobiernos para garantizar la salud de la población, siendo que, al contrario, han visto mermar sus derechos y condiciones de vida producto de la gestión capitalista de la crisis.
  3. Los revolucionarios estamos contra la obligatoriedad de la vacunación pues el acceso a cualquier fármaco o tratamiento médico debe ser considerado como un derecho y no como una obligación por la cual puedan ser criminalizadas las personas. En ese sentido,desde el inicio de la pandemia hemos exigido el Estado que genere las condiciones necesarias de infraestructura, personal e insumos en salud, incluyendo el acceso gratuito a las vacunas para toda la población que requiera y decida vacunarse, pero nos oponemos al uso de la vacuna como medida de control social y a que se imponga por vía coercitiva y autoritaria a través de medidas segregativas y represivas.. Asimismo, nos oponernos a todo apartheid sanitario y restricción de derechos bajo el justificante de la pandemia, pues  las vacunas no impiden el contagio y mucho menos son la panacea para solucionar la pandemia por covid. 
  4. Debemos oponernos al clima de alarmismo y miedo así como de censura y desinformación que promueve la burguesía y sus medios pues, bajo ese ambiente ideológico y en medio del contexto de crisis socioeconómica y polarización política, se generan condiciones propicias para el ascenso de fuerzas reaccionarias que se apoyan en la ignorancia y la superstición. De igual forma, es imprescindible debatir las posturas tecnocráticas y positivistas que, amparándose supuestamente en  el “discurso científico”, pretenden excluir y acallar la voz del proletariado y toda idea disidente que cuestione la cientificidad y los intereses político-económicos burgueses detrás de los postulados de la alta burocracia e intelectualidad orgánica al servicio de la OMS y las empresas farmacéuticas. En contrapunto a estas campañas ideológicas promovidas por los medios burgueses, los revolucionarios debemos impulsar la más amplia discusión democrática entre las organizaciones de izquierda, los sindicatos y movimientos populares así como el pueblo trabajador en general, con base en fundamentos científicos y el análisis crítico de la situación actual.
  5. De igual manera, propiciar el debate abierto sobre los mecanismos más efectivos para abordar la emergencia sanitaria coadyuva a eliminar las falsas ilusiones entre la población acerca de que las medidas de la OMS, las empresas y los Estados capitalistas realmente están abocadas a resolver la actual pandemia y demás efectos estructurales de la crisis del sistema (explicando que, en realidad, la utilizan para controlar a la población y seguir enriqueciéndose a costa de la vida de las mayorías); sino, al contrario, tomar conciencia de la necesidad de organizarnos independientemente por medio de comités obrero-populares encargados de fomentar de manera democrática  y consciente las medidas seguridad sanitaria adecuada en nuestros centro de trabajo, escuelas, barrios y comunidades; organizar la autodefensa en contra de la represión de las fuerzas policiales y demás aparatos estatales, e impulsar la movilización articulada para defender nuestros derechos democráticos y sociales contra las restricciones autoritarias y las medidas antipopulares impuestas por sus gobiernos.
  6. Asimismo, los revolucionarios debemos diferenciarnos de las supuestas organizaciones de izquierda que apoyan de manera velada o abierta las restricciones sanitarias, los confinamientos masivos y las campañas de vacunación obligatoria promovidas por la OMS y los Estados pues, con sus posturas, están dejando campo libre para que la burguesía fortalezca sus aparatos represivos y sus rasgos estatales bonapartistas e, igualmente, al tildar de reaccionarias las protestas contra el bonapartismo sanitario, están permitiendo que la derecha capitalice el descontento de las masas contra la criminal gestión capitalista de la crisis sanitaria y del sistema en general. 
  7. Las protestas contra las restricciones sanitarias autoritarias son un proceso orgánico, abierto y en disputa a nivel político e ideológico entre las distintas fuerzas y referentes que representan a las principales clases sociales en conflicto en la crítica situación mundial que atraviesa la humanidad. De la intervención decidida y militante de la izquierda revolucionaria en dichas movilizaciones, con base en una táctica adecuada y un programa independiente orientado a la construcción de una solución revolucionaria a la crisis del sistema capitalista mundial, depende el que esos procesos no degeneren en gérmenes de movimientos fascistas que puedan ser utilizados por la burguesía para imponer un orden de mayor explotación y opresión sobre los pueblos del mundo y, por el contrario, que con una intervención combativa de las organizaciones que nos reivindicamos marxistas, dichas protestas evolucionen  en un sentido definida y netamente revolucionario e incluso socialista. 
  8. La única manera de resolver la actual emergencia sanitaria es expropiando sin indemnización a toda la industria médico-farmacéutica, estableciendo la universalidad del acceso a la salud y colocando el conjunto del sistema de salud bajo el control, no de los gobiernos burgueses y empresas capitalistas, sino de los trabajadores y especialistas sanitarios en conjunto con los derechohabientes, pues solo así será posible generar (de forma realmente segura y efectiva para la salud de las mayorías y no limitada por las necesidades de lucro de unas cuantas empresas) el desarrollo de vacunas, fármacos y demás tratamientos así como campañas nacionales e internacionales de información, prevención y promoción a la salud para combatir la pandemia por sars-cov-2 así como el conjunto de las demás enfermedades que padece la humanidad, sin necesidad de restricciones autoritarias de control social y medidas segregativas de la población.  
  9. Más aún, sabiendo que mientras subsista el sistema capitalista, persistirán los riesgos de nuevas y más mortíferas pandemias así como las enfermedades crónico-degenerativas debidas al estilo de vida y consumo prevalecientes en el Capitalismo, las guerras derivadas de las crecientes tensiones entre potencias imperialistas, los desastres naturales por el cambio climático, entre muchos otros fenómenos que pondrán en peligro la supervivencia de la humanidad en este planeta; por ello se torna imprescindible ver la necesidad de acabar con el capitalismo antes de que éste acabe con nosotros.
  10. La destrucción del sistema capitalista sólo es posible a través de la construcción de un Partido Mundial revolucionario abocado al derrocamiento de la burguesía a nivel internacional y el ascenso al poder de la clase obrera y demás sectores populares para evitar que el Capitalismo nos lleve a la barbarie y, en su lugar, construir el comunismo a escala mundial, una nueva sociedad sin propiedad privada, ni Estado ni clases sociales que, cimentada en la planificación democrática de la economía, la aplicación del conocimiento científico al servicio de toda la población, el desarrollo de las fuerzas productivas en equilibrio con la naturaleza y la liberación de todas las potencialidades físicas e intelectuales del ser humano, elimine progresivamente la enfermedad, las desigualdad, la violencia y demás problemáticas que por milenios ha padecido la humanidad.

NOTAS

1. En Asia, por ejemplo, mientras China decretó el estado de sitio prolongado, otros países como Corea del Sur apostaron por el rastreo de contactos, pruebas masivas y cuarentenas solo a personas contagiadas. En América, gobernantes como Trump y Bolsonaro negaron la existencia del virus, teniendo consecuencias dramáticas para su población. En Europa, naciones como Suecia y Reino Unido apostaron por la denominada “inmunidad de rebaño”, modificando posteriormente su estrategia. No nos interesa en este momento un análisis detallado de cada caso, sino simplemente mostrar el inicial desconcierto y heterogeneidad en cuanto a las respuestas de cada gobierno a la pandemia.

2. “Advertencia, sanción administrativa, detención y condena. Esta es la secuencia que están siguiendo las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y los tribunales para castigar a quienes se saltan de forma reiterada el confinamiento decretado por el Gobierno” (El País, 30/03/2020 https://elpais.com/espana/2020-03-30/multas-penas-de-prision-y-encarcelamientos-preventivos-por-saltarse-la-cuarentena.html). Mientras en países del primer mundo europeo se aplicaron multas y penas de cárcel, en otros países del mundo semicolonial las medidas escalaron hasta la represión y el asesinato policial, como en el caso de Filipinas, donde el presidente Rodrigo Duterte ordenó a las fuerzas armas “disparar a matar” a quienes incumplieran el confinamiento (La Vanguardia 02/04/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20200402/48271120390/rodrigo-duterte-filipinas-disparar-matar-restricciones-coronavirus.html).

3.  Así lo plantea Human Right Watch para varios países, entre ellos Argentina, donde se decretó “una de las cuarentenas más largas del mundo, y sus resultados no han sido muy exitosos. Uno de esos lamentables resultados ha sido la violencia policial que se ha registrado desde que las medidas de confinamiento se implementaron en el país” (HRW, 20/22/2020 https://www.hrw.org/es/news/2020/11/20/la-pandemia-ha-dejado-al-descubierto-la-brutalidad-de-la-policia-argentina). “Desde que se instaló el aislamiento obligatorio en Argentina el 20 de marzo del 2020, las medidas que se sucedieron para cumplir con el mismo visibilizaron una escalada de violencia institucional hacia jóvenes de sectores vulnerables, personas en situación de calle, personas trans, trabajadoras sexuales. […] En los meses de confinamiento, la lista de nombres de adolescentes y jóvenes que murieron a causa de la violencia policial no se detuvo. En Argentina esto se denomina “gatillo fácil” (IDPC 08/2020 https://idpc.net/es/alerts/2020/08/violencia-institucional-y-gatillo-facil-hacia-jovenes-en-argentina-durante-la-cuarentena-por-la-pandemia-de-covid-19)

4.  Uno de los países europeos con mayores restricciones en la actualidad es Italia, donde “El Ejecutivo de Mario Draghi sigue estrechando el cerco. Ya casi no hay espacio para una vida sin vacuna. La medida […] impedirá a los mayores de 50 años casi cualquier actividad social y diaria, incluida el trabajo” (El País, 16/01/2022 https://elpais.com/sociedad/2022-01-16/el-universo-paralelo-de-los-antivacunas-italianos.html).

5.  Así lo plantea el más reciente informe de Oxfam sobre las desigualdades a nivel mundial: “Pese al duro golpe económico que la pandemia significó para millones de personas, puntualmente para el 99% de la humanidad, los diez hombres más ricos del planeta duplicaron «con creces» sus fortunas en estos dos años […] Los hallazgos exponen que desde que inició la pandemia de Covid-19, a finales de 2020, los llamados «milmillonarios» lograron un incremento de 5 billones de dólares en sus fortunas, el mayor incremento del que se tiene registro.” (France 24 17/01/2022 https://www.france24.com/es/econom%C3%ADa-y-tecnolog%C3%ADa/20220117-oxfam-millonarios-pobreza-pandemia-desigualdad)

6.  Así lo han debido de reconocer cada vez más científicos y personajes del ámbito médico, como por ejemplo, Martin Scherer, presidente de la Sociedad Alemana de Medicina General y Familiar (DEGAM), quien señaló: “Alguien puede estar a favor de la vacunación, pero contra el instrumento de la obligatoriedad de vacunarse. Que alguien esté en contra de la obligatoriedad de la vacunación no significa en absoluto que sea un antivacunas. Y si alguien advierte sobre la implementación de una obligación parcial de vacunación, no está argumentando en absoluto de manera anticientífica” (DW https://www.dw.com/es/vacunaci%C3%B3n-obligatoria-contra-el-covid-19-argumentos-a-favor-y-en-contra/a-60417358?fbclid=IwAR2cHSym6dTDHkhE93IUYrPPtckPqxikv2N3Z9KVIUAOxXaQRlGo5lLkm7s)

7.  Además de las contribuciones obligatorias por parte de los 194 Estados miembros de la OMS (cuyo monto representa aproximadamente la cuarta parte del total de ingresos de la organización), el financiamiento de este organismo depende fundamentalmente de los donativos voluntarios de instituciones estatales y, sobre todo, privadas como la Fundación del multimillonario Bill Gates, al que se suman las presiones de los conglomerados financieros como Black Rock y Goldman Sachs (accionistas mayoritarios de Pfizer, AstraZeneca, Novavax), entre otros. Esto lo tuvo que reconocer un exministro estadounidense al decir: «Esto genera un problema porque entonces son los donantes quienes establecen la agenda que debe seguir la OMS, en lugar de que esta obedezca a su criterio profesional» (BBC 16/04/2020 https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52304822).

8. Según un informe publicado por la ONU a mediados del año pasado, tras el primer año de la pandemia, las perspectivas de la situación mundial eran “más pobreza, mayor desigualdad y 205 millones de desocupados en 2022” (ONU 06/2021 https://news.un.org/es/story/2021/06/1492772). En el caso de América Latina,  la CEPAL señaló que la pandemia había provocado un “aumento en los niveles de pobreza sin precedentes en las últimas décadas e impacta fuertemente en la desigualdad y el empleo” (CEPAL: https://www.cepal.org/es/comunicados/pandemia-provoca-aumento-niveles-pobreza-sin-precedentes-ultimas-decadas-impacta)

9.  Los resultados de una interesante investigación, titulada “Las dudas sobre las vacunas tienen una raíz: la desconfianza en nuestros gobiernos”, apuntan justo en ese sentido: “La reticencia es un fenómeno mundial. Aunque las razones varían según el país, las causas subyacentes son las mismas: en un contexto en el que los gobiernos de todo el mundo han recortado los servicios sociales, hay una profunda desconfianza en las instituciones locales e internacionales”. (New York Times, 13/12/2021 https://www.nytimes.com/es/2021/12/13/espanol/opinion/antivacunas-covid-argumentos.html)

10. Como lo señala un reciente estudio del Centre For International Affairs de Barcelona: “la debilidad de gobiernos e instituciones ante la emergencia sanitaria han polarizado la crisis del coronavirus. Ahora, las dudas y recelos sobre las vacunas se mezclan con la desconfianza en quien tiene que administrarlas. La politización de la incertidumbre ha debilitado, aún más, unos sistemas democráticos que ya estaban en retroceso […] el coronavirus irrumpió en un mundo que, en muchos sentidos, ya estaba debilitado democráticamente y en uno de los «procesos de autocratización más profundos de las últimas cuatro décadas». La pandemia ha intensificado retrocesos y ha reforzado recortes de derechos y libertades. La lucha contra el coronavirus, por ejemplo, ha llevado la tecnología de vigilancia a otro nivel [….] más de la mitad de los países del mundo (61%), había implementado medidas para frenar la COVID-19 que desafiaban los estándares democráticos o erosionaban derechos humanos, ya fuera por desproporcionados, ilegales, prolongados indefinidamente en el tiempo, o porque eran innecesarios en una crisis sanitaria”. (https://www.cidob.org/es/articulos/cidob_report/n_7/desconfianza_en_la_vacuna_o_desconfianza_en_el_sistema)

11. Así lo han demostrado diversos estudios científicos, como el elaborado por The Lancet, dado a conocer en octubre de 2021, donde se concluye que, en el contexto de la aparición de nuevas variantes, “la eficacia de las vacunas en reducir la transmisión es mínima” (https://www.thelancet.com/journals/laninf/article/PIIS1473-3099(21)00690-3/fulltext?dgcid=hubspot_email_newsletter_lancetcovid21&_hsmi=179271669&_hsenc=p2ANqtz-_RKzqjVvDZRctP-6AzaxnzuNM_nIb_xzY_iR_yZsxSzwdNbnkE4n6Y-q3CDpt223dR4qpWh57ZhAK1qyhquSlOZlLogw), y que incluso dicha eficacia se reduce drásticamente a los pocos meses de realizada la inoculación, no sólo en términos del desarrollo de sintomatología sino, incluso, de hospitalización y muerte por Covid, sobre todo en individuos con comorbilidades y otras características. (https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3949410). Ante ello, la única salida dada por las farmacéuticas y la OMS ha sido los “refuerzos vacunales” pero cuya utilidad se ha demostrado casi inexistente para personas con un sano sistema inmune o que ya han pasado por la infección, convirtiéndose en innecesaria para la mayoría de la población, como lo señala José Gómez Rial, facultativo especialista en Inmunología en el laboratorio de Inmunogenética del Hospital Universitario de Santiago de Compostela, y quien advierte: ““De seguir por este camino de vacunación indiscriminada sí que nos adentramos en un mundo no explorado hasta la fecha en el que el riesgo puede ser mayor que el beneficio al sobreestimular nuestra inmunidad de forma innecesaria” (El Salto 30/01/2022 https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/inmunologos-en-contra-vacunacion-indiscriminada-personas-ya-han-atravesado-covid)

12.  Así lo han tenido que reconocer diversos estudiosos quienes han observado que la “ola de movimientos antivacunas, se han revitalizado debido a la imposición de pasaportes sanitarios en países como Francia e Italia, necesarios para acceder a la mayoría de los lugares públicos… [se] habían organizado algunas protestas en los últimos meses, pero éstas aumentaron desde que el 12 de julio el presidente Emmanuel Macron anunció la vacunación obligatoria para el personal sanitario y la extensión del llamado “pase sanitario” para entrar en bares, cafés, restaurantes, cines, trenes o aviones, entre otros.” (El Sol de México 21/08/2021

https://www.elsoldemexico.com.mx/mundo/que-es-el-movimiento-antivacunas-y-cuando-surgio-7112817.html)

13.  Al respecto, un interesante trabajo de divulgación científica publicado por Fernando Delpino, ofrece datos estadísticos sobre reacciones adversas señalando la presencia de las mismas en más de la mitad de los vacunados; asimismo, analiza los datos de VAERS a EUA, donde se muestra que más de 20 mil personas han muerto, estuvieron a punto de morir o quedaron con daños permanentes en su salud tras la vacunación, por lo que: “en 6 meses de vacunas covid ha habido más muertes tras vacunarse que la suma de muertes por todas las vacunas en los últimos 30 años”; ante ello, el autor concluye: “los beneficios de la vacuna pueden compensar los riesgos para un segmento de la población pero no hacerlo para otro. Si para un joven el riesgo de morir por covid es 1.000 veces menor que para un anciano, no se puede generalizar […] diciendo que “los beneficios compensan los riesgos”. Depende de para quién.” (https://www.fpcs.es/wp-content/uploads/2021/09/Supersticion-y-ciencia-en-el-covid-VF.pdf)

14.  Al respecto, un destacado profesor de Ciencias Políticas en Bélgica, Marc Hooghe, plantea sobre las manifestaciones que son: «Una combinación de grupos sociales muy diferentes, cada uno con su propia motivación».Así como también lo señala el sociólogo Johannes Kiess, de la Universidad de Siegen, en Alemania: «Lo que los une es la frustración, no solo hacia la política anticoronavirus, sino también con la democracia, con las instituciones políticas” (DW https://www.dw.com/es/covid-19-qui%C3%A9nes-protestan-contra-vacunas-y-restricciones-en-europa/a-60061266)

15.  Para una revisión completa de documentos que nuestra corriente internacional ha elaborado desde hace más de 2 años acerca de lo que denominamos “Contrarrevolución Covid”, véase el siguiente link con una compilación de todos nuestros textos: https://www.thecommunists.net/worldwide/global/collection-of-articles-on-the-2019-corona-virus/